Creo que sólo puedo denominar así a las historias efímeras q aparecen con
cuenta gotas una vez en la vida.
Empiezan como un cuento con su “Erase una vez…” pero raras veces acaban con
“fueron felices y comieron perdices”, son más de las de “Y colorín colorado, este
cuento se ha acabado”. Pero todas tienen
un denominador común: por una u otra razón, se te clavan en el corazón (bonito pareado). No muy
fuerte para no hacer daño ni muy flojo para que no mueran en el olvido.
Simplemente aparecen.
Provienen de la gente más inesperada, de las situaciones más cotidianas, de debajo de las piedras; de los cielos estrellados; de bibliotecas desiertas, de trenes atestados; de restaurantes de comida rápida, de mercados de antigüedades; de pueblos olvidados o del marasmo cibernético del internet infinito.
No las crees cuando se presentan, ni siquiera les das importancia. Son
encuentros casuales entre desconocidos que se cruzan por alguna razón de un destino caprichoso.
En principio, no hay chispa, no hay conexión de entornos, no hay amistades comunes pero… ahí estás, hablando con un desconocid@ con su vida, sus problemas, sus historias, sus diversiones, sus esperanzas, desgracias y secretos.
El anonimato te suelta la lengua y la mente desarrolla nuevas maneras de comunicarse.
De repente, y si la conexión fue un éxito, te encuentras viviendo un maravilloso cuento de “pseudo amor” en el que tu cuerpo vibra durante cada segundo de la supervivencia de éste.
A veces, la mente traicionera te hace creer que puede ser real, te sobreviene una ceguera incomprensible. Esos son
los cuentos con mal final en el que las brujas y dragones se alimentan de tu
desdicha despechada.
En otras ocasiones, tu corazón y mente van al unísono,
imaginan ese sueño pero siempre de puntillas están tocando "de pies al suelo", por lo
que al llegar el último capítulo (porque llegar, llega) aun con pena, saben entender, razonar, separar
y por fin clasificarlo como un CUENTO DE AMOR IMPOSIBLE.
Son las ataduras, futuros irreales, responsabilidades y
limitaciones de nuestra vida cotidiana, congelada durante unos días maravillosos las que nos hacen abrir los ojos y volver a la vida real dejando una débil sonrisa en la despedida.
Al fin y al cabo son simples y deliciosos cuentos de amor imposible, pero por un segundo,
deseas con todo el alma que Dios te conceda una segunda vida para hacerlos reales.